Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA GENERAL DE LAS COSAS DE LA NUEVA ESPAÑA, II



Comentario

Capítulo cuarto
De lo que hazían en llegando a donde iban

Después que los mercaderes llegavan a la provincia a donde iban, o Anáoac o a otra, luego sacavan las mantas ricas y naoas ricas y camissas ricas de mugeres que les havía dado el señor de México. Estas se les presentavan de parte del señor, saludándole de su parte; y como recibían los señores de aquella provincia estos dones, luego ellos presentavan otros dones de otras maneras, para que fuessen de su parte presentados al señor de México. Eran estos dones plumas ricas que llaman uiacquetzalli, y otras también ricas que llaman totocuitlapíltic quetzalli, y otras que llaman chilchótic quetzalli, y otras plumas ricas de otras maneras que llaman xiuhtótotl, y otras que llaman tzinitzcan.

Entravan en la provincia de Anáoac no todos, sino aquellos que iban de parte del señor de México, con quien estavan aliados o confederados, que eran los tenochcas, o tlatilulcas, o los de Uitzilopuchco, o los de Azcaputzalco, o los de Cuauhtitlan. Todos iban acompañados los unos con los otros; iban todos juntos hasta el pueblo de Tochtépec. En este pueblo se dividían: unos iban a Anáoac Ayotlan, otros iban a Anáoac Xicalanco. Los mercaderes del Tlatilulco dividíanse en dos partes, y los tenochcas en otras dos, y los que acompafiavan a estas parcialidades o divisiones eran los de Uitzilopuchco y de Azcaputzalco y de Cuauhtitlan. Cuando iban a entrar en aquellas provincias que ya havían pasado de Tochtépec, todos iban a punto de guerra, con sus rodelas y con sus espadas como ellos las usavan, y con sus vanderas, porque passavan por tierra de guerra. En algunas partes recebían daño de los enemigos; en otras partes captivavan de ellos. Desque llegavan a Xicalanco, davan el presente que llevavan de mantas y naoas y huipiles y mastles, muy labradas y ricas. Dávanlas, como está dicho, a los principales.

Y luego también los mercaderes sacavan las joyas de oro y piedras que sabían que eran preciosas en aquella provincia, una de las cuales se llama tepeyo teucuítlatl, que era como corona de oro, y otra que se llama teucuitlaixcuaámatl, que era una plancha de oro, delgada y flexible, que se ceñían a la frente, y otra que se llamava teucuitlatlancózcatl, y otra que se llamava pitzáoac Teucuitlacózcatl. Todas estas joyas eran para los señores. Llevavan también otras para las señoras, una de ellas eran vasitos de oro, donde ponen el huso cuando hilan, otras eran orejeras de oro, otras eran orejeras de cristal. También llevavan para la gente común orejeras de la piedra negra que se llaman itztli, y otras de cobre muy lucias o polidas. También llevavan navajas de la piedra negra que se llama itztli, para raer los cabellos y pelos, y otras navajitas de punta para sangrar que llaman uitzauhqui. También llevavan cascabeles como ellos los usavan, y agujas como las usavan, y grana de tunas, y piedra lumbre y tochómitl. Llevavan también una cierta yerba muy olorosa que llaman tlacopatli, y otra que llaman xochipatli. Los principales mercaderes, que se llaman tealtiani tecoanime, llevavan esclavos para vender, hombres y mugeres, y muchachos y muchachas, y vendíanlos en aquella provincia de Xicalanco. Y cuando los llevavan por la tierra de enemigos, llevávanlos vestidos con armas defensivas que llaman ichcauipilli, porque no se los matassen los enemigos, que eran los de Tecuantépec y los de Tzaputlan y los de Chiapanécatl, por cuyos términos iban. Y cuando ya iban a entrar a la tierra de los enemigos, embiavan mensajeros a los de la provincia adonde iban, para que supiessen que iban y les saliessen de paz. Y yendo por la tierra de los enemigos, iban de noche y no de día. Como llegavan los mensajeros a dar mandado a Anáoac, luego los señores salían a recebirlos, y también venían aparejados de guerra con todas sus armas. Y recebíanlos en medio del camino de los enemigos, y de allí los llevavan consigo hasta su tierra, que es Anáoac Xicalanco. En llegando los mercaderes a la provincia de Anáoac Xicalanco, luego davan a los señores lo que el señor de México los embiava: mantas ricas y mastles y huipiles y naoas, y saludávanle de su parte. Y luego los señores o señor de la misma provincia del pueblo de Xicalanco y del pueblo de Cimatécatl y Coatzacualco les davan grandes piedras labradas, verdes, y otros chalchihuites verdes labrados, largos, y otros chalchihuites colorados, y otros que se llaman quetzalchalchíuitl, que son esmeraldas, que agora se llaman quetzalitztli, y otra esmeraldas que se llaman tlilayótic quetzalitztli, y otras piedras que se llaman xiuhchimalli, otras que se llaman quetzalichpetztli tzalayo. Y también les davan caracoles colorados, y avaneras coloradas y otra avaneras amarillas, y paletas de cacao amarillas, hechas de conchas de tortugas, y otras paletas también de tortugas pintadas como cuero de tigre, blanco y negro. Dávanles plumas ricas: unas que se llaman teuquéchol, otras que se llaman çacuan, otras que se llaman chalchiuhtotolin, y otras plumas de papagayos, y cueros labrados de bestias fieras, como es del tigre que llaman tlatlauhqui océlotl. Todas estas cosas traían los mercaderes de aquella provincia de Xicalanco para el señor de México. Y como bolvían y llegavan a México, luego lo presentavan al señor. De esta manera dicha hazían sus viajes los mercaderes de México que llamavan tecunenenque, yendo a aquella tierra de Anáoac que está cercada de enemigos de los mexicanos. El señor de México quería mucho a estos mercaderes; teníalos como, a hijos, como a personas nobles, y muy avisadas y esforçadas.